jueves, 24 de septiembre de 2009

Descripción del Traversitario.

El nombre "Traversitario" surge de la superposición de dos planos físicos sobre un vehículo que sirve de transporte universitario. Observando fijamente el letrero que indica unívocamente "Transporte", se puede ver la copulación con la palabra "Universitario". Lo anterior nos ubica, inevitablemente, en una historia de amoríos entre vocablos, de mezcla de fluidos sintácticos.
Lo importante no es la mezcla sino lo que ellos refieren, pues no es lo mismo hablar de un transporte universitario ni de un mero transporte pues, el "Traversitario", es un peculiar vehículo, en el cual, también, se imbrican, en su interior, los volúmenes físicos de personas particulares; desde las más enclenques hasta las más "pesadas" (estudiantes de Comunicación, Administración, Finanzas, Ciencias Políticas, etc.), y también, se mezclan los gases, producto de un sinnúmero de orígenes somáticos, lo cual produce a su vez, un ambiente inexplicable que se desborda a través de esa acción, ese coito, entre "Transporte" y "Universitario".
Es difícil describir los aspectos técnicos que constituyen al "Traversitario", pero, entre algunas de sus propiedades encontramos: Velocidad promedio de 80 kilómetros por hora, en zonas con límite de 60, llantas lisas que no se adhieren al asfalto, motor al cual no se le ha hecho el servicio en dos años, asientos de tapicería hedionda y carcomida (por los mismos gases extraños), puertas oxidadas que apenas cierran con la fuerza aplicada de un buey, etcétera, etcétera.

Si por algún motivo la aventura es de su agrado, por favor venga y aborde el "Traversitario". Puede ser que la cópula de usted y él se manifiesten de una manera distinta y, usted, termine diciendo que el "Traversitario" es una necesidad nefasta, pero al fin necesaria. Un método para llegar de A a B. Un puro acuerdo entre dos instancias, el pasajero y el chofer. Una manera de ver el mundo a través de una palabra andrógina: "Traversitario".

lunes, 21 de septiembre de 2009

Dejé el coche en López Mateos Por Frnando Hra-García

Lamentable la pérdida del auto de Mauricio, compañero de clase de Discurso Visual. CRÓNICA:
De su propia voz escuchamos: "Salí de la clase del Chilacas, como a las 11, veníamos de tomar las fotos con Mariana. Luego me dijo, me dejas en Vallarta y ahí yo tomo el Cardenal. Se me hizo fácil. Le di para Vallarta y la dejé. Vi un Soriana. Pues entré y dejé el coche en López Mateos. Cuando salí no estaba. Te juro que aquí lo dejé". Pregunté si estaba asegurado. No, claro que no, no estaba. Se fueron en la guantera los dos lentes 5 x que me prestaste, me dijo.

- No chingues, pinche Mauricios, guey.
- No chingues tú. Iban mis boletos de Kings of Leon.
- No te pases de verga, ¿neta?
- Sí, guey, no es mamada.
- Estás bien pendejo Mauricio.
- Sí pues.

Cuando le contamos a Mariana, se quedó pensativa y le dijo a Mauricio: "estás bien pendejo, guey, no manches".

jueves, 9 de abril de 2009

Estamos muertos.

Desde hace tiempo me di cuenta de que todos estábamos muertos. Los detalles sobre aquella muerte, la nuestra, son innecesarios. Algunos moriremos de cáncer, otros en un accidente automovilístico, otros por un balazo en la maceta; como sea todos estaremos en un panteón o en una urna. Sepultados.
¿Pero qué pasará cuando la misma muerte, la propia, se vuelva una muerte colectiva?
Imaginemos una comunidad de hormigas. Todo funciona bien mientras se mantenga el orden, la jerarquía, entre reina y obreras. La comida (insectos, cereal, azúcar) llega a las bodegas; la almacenamos. Después, en algún momento, ya es demasiada, nos ahogamos en ella, dentro de ella; el alimento nos atasca el vientre, los nutrientes, que eran necesarios antes, nos pesan en el lomo.
Es en ese instante que nos damos cuenta de que vamos a morir. El grupo "hormiguno" se da cuenta de que vendrá la tormenta. La tempestad implacable arroya al grupo, lo lleva hasta el cauce de un río interminable que lo une con los movimientos hidráulicos, y después, con el océano. ¿Qué pasa cuando estamos destinados a que la ceniza nos arrastre también como especie por el abismal tiempo y espacio? ¿Seguimos teniendo sentido? ¿Hay algo que valga la pena?
La vida, la propia, en común con los que nos rodean, es el único sentido, la única salida. A vivir el mundo y dejarnos de mamadas. Ayudar, chingar o valer verga... eso da lo mismo. El polvo comunal de tantos cementerios estará allí, como polvo de estrellas que una vez fuimos. El único horizonte: el olvido. El único resultado: Esto, hoy, este instante, este momento. Hoy, no mañana.